FRANCISCO FERRER




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Francisco Ferrer i Guardia nace en 1859 en Alella, un pueblo costero cerca de Barcelona, provenía de una familia relativamente acomodada, propietaria de viñedos, conservadora y católica. A temprana edad abandonará dicho entorno, trabajando en diversos oficios y posteriormente como revisor de trenes en la ruta Barcelona-Port Bou. Ferrer vive en una época que se caracteriza por la cuestión social, el alto analfabetismo, un proletariado incipiente y un movimiento obrero dinámico; desde la juventud se relaciona en un ambiente de personas con inspiraciones antimonárquicas, masones, republicanos, pero también con librepensadores y anarquistas. 

Tras el fallido motín republicano de 1886, Francisco Ferrer i Guardia se exilia a París, donde se desempeña como profesor de castellano, continuando su actividad política y permanente formación autodidacta. Tras 15 años de exilio en París, vuelve a Cataluña para fundar la Escuela Moderna (nombre que también lleva el libro compilatorio de sus textos sobre enseñanza editado después de su muerte) en la calle Bailen de Barcelona, el 8 de septiembre de 1901, con un total de 30 alumnos, 12 niñas y 18 niños. 


La Escuela Moderna de Francisco Ferrer i Guardia

En la propuesta educativa de Ferrer, la escuela se concibe como un escenario libre de jerarquías, donde el profesor es un compañero y las prácticas autoritarias y el verticalismo, la religión y sus dogmas, son desterrados de la convivencia y las tareas educativas. Para Ferrer, la educación liberadora es aquella donde la escuela contempla una “enseñanza racional y científica [que] ha de persuadir a los futuros hombres y mujeres que no han de esperar nada de ningún ser privilegiado (ficticio o real), y que pueden esperar todo lo racional de sí mismos y de la solidaridad libremente organizada”, (…) Donde “los niños y niñas lleguen a ser personas instruidas, verídicas, justas y libres de todo prejuicio. Para ellos, sustituirá el estudio dogmático por el razonado de las ciencias naturales.” 

La Escuela Moderna presenta al profesor como un facilitador de elementos libertarios para el aprendizaje en solidaridad, donde a las niñas y niños se les alienta a la reflexión, pero a la vez se les otorga sin complejos respuestas claras desde la ciencia y el antiautoritarismo, estimulando el pensamiento crítico contra los dogmas religiosos, el nacionalismo y el militarismo; Ferrer es consciente de que en las tareas del control social del capitalismo, las instituciones lejos de abandonar la enseñanza de doctrinas autoritarias, lo que han hecho es reemplazar las figuras religiosas por los valores ciudadanistas y patriotas, con tal de seguir inculcando a través del sistema educativo enseñanzas en función de los intereses del Poder, facilitando de este modo la dominación social: "Dios era reemplazado por el Estado, la virtud cristiana por el deber cívico, la religión por el patriotismo.”

Ferrer i Guardia pretende fomentar la evolución progresiva de la infancia, evitando los dogmas, sistemas y “moldes que reducen la vitalidad a la estrechez de las exigencias de una sociedad transitoria que aspira a definitiva; soluciones comprobadas por los hechos, teorías aceptadas por la razón, verdades confirmadas por la evidencia, eso es lo que constituye nuestra enseñanza, encaminada a que cada cerebro sea el motor de una voluntad, y a que las verdades brillen por sí en abstracto, arraiguen en todo entendimiento y, aplicadas a la práctica, beneficien a la humanidad sin exclusiones indignas ni exclusivismos repugnantes.” 

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